Uno de los encantos principales de las Gili son las tortugas marinas.
Esta foto no es mía pero representa perfectamente la realidad del fondo marino de estas islas.
En Gili Meno hay un centro de protección en el que recaudan fondos para protegerlas y tienen una piscina con pequeñas tortugas que cuidan hasta que ya no son tan susceptibles de morir en libertad.
Hay muchísimas en el mar pero verlas en estado salvaje no es tan sencillo como parece...El primer día haciendo snorkel libremente no conseguimos ver ninguna. Ante el miedo de irnos de las Gili sin ver tortugas, contratamos una excursión para hacer snorkel con un guía en una zona en la que ellos saben que hay muchas y te llevan en barco a verlas y nadar con ellas.
Precio de la excursión contratada allí mismo: 150.000 IDR por persona.
El submarinismo que hicimos en el Mar de la China Meridional en las costas de Vietnam nos dejó el listón demasiado alto (y eso que allí tortugas no había) por lo que el fondo marino de las Gili no nos deslumbró que digamos.
Sí que se ven muchos pececillos de colores, algo de coral y con suerte alguna tortuga.
En el barco fuimos con un grupo de unas 7 personas, llegamos a una zona en la que había varios barcos más. Nos tiramos al agua, los guías se llamaban unos a otros para avisar de dónde había tortugas, nos hacían una señal y allí acudíamos todos en manada a verlas. Vimos varias. Preciosas pero rodeadas de gente como nosotros.
Yo con esto ya me dí por satisfecha, es emocionante verlas en estado salvaje.
Aunque ni punto de comparación con lo que estaba por llegar...
Tras esta excursión, el resto de días continuamos haciendo snorkel a nuestro aire en la playa.
De pronto un día, solos en el mar, una tortuga inmensa, de más de 1 metro, apareció ante mis ojos. El agua ese día estaba un poco turbia por lo que no la vi hasta que no la tuve en frente. Me impresioné tanto que subí a la superficie y cuando fui consciente de lo que estaba ante mi, avisé a Raúl y volví a bajar con ella.
Nadamos a su lado todo el tiempo que quisimos. Acompañarla hasta la superficie cada vez que subía a respirar y bucear junto a ella sintiendo las ondas del agua que ella producía con sus aletas fue una de las experiencias más bonitas que he tenido en mi vida.
Fue como si apareciese en el momento justo solo para nosotros.
Raúl la iba siguiendo con la mano rozando su cascarón y yo estaba tan impresionada que lo único que podía hacer era mirarla. Una pena no tener cámara acuática.
Cuando nos cansamos, simplemente la dejamos ir.
Acabar con este atardecer ya fue la guinda de un día inolvidable.
La experiencia de toparme de una forma tan fortuita, mientras hacía snorkel, con la tortuga gigante de las Gili para mi fue lo mejor del viaje. Ni en el mejor de mis sueños existía este paraíso.
Un trocito de nosotros se queda para siempre en Gili Meno.
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